Ayer, domingo me levanté y mientras los niños se dedicaban a chapotear en la piscina, decidí que era mi momento informativo a la antigua usanza. Así, que mientras parte de mi familia se dedicaba a ir y venir para preparar una barbacoa, decidí  sentarme en la hamaca del porche desde donde tenía unas maravillosas vistas a una gran llanura de naranjos. De fondo, el mar que se difuminaba en el horizonte con el azul claro del cielo mediterráneo.

Una aclaración importante a tan bucólica estampa es el hecho de que no tenía cerca ningún dispositivo móvil ni PC alguno. Posiblemente, me hubieran estropeado el momento.

Así que me abrí un refresco y me dispuse a atacar mis periódicos de papel y pensé: “esta sensación nunca me la puede dar la tecnología, ni google, ni twiter, ni facebook, ni res de res.(terminología valenciana muy al uso cuando estamos totalmente convencidos).

De repente, capta mi atención de nuevo una imagen. La portada de un libro que fusionaba dos logotipos ante una lata de cola y se podía leer: Google-Cola. Y pensé: Ya están estos aquí también… pero si son los amos del mundo… que coñazo. Sin embargo,  no pude evitar leer el artículo que presentaba el libro de Jeff Jarvis titulado “Y Google ¿Cómo  lo haría? Y a los pies la susodicha lata de refresco.

De entrada, me atrajo una frase muy acertada en la que apuntaba que parece que no haya empresa, directivo o institución que sepa realmente cómo manejarse en la actual realidad que supone la web 2.0, y no solo eso, la sensación de vértigo que este hecho provoca en muchos directivos de empresas que no son capaces de vislumbrar el futuro más cercano de las empresas que dirigen y como la nueva realidad va a influir en su supervivencia.

Parece que nadie sepa manejarse, excepto Google… Y levanté la vista de nuevo hacia el mar y pensé… uffff mejor me quedó disfrutando del día que me cansa tanta filosofía googliana.

Por ello, decidí dedicarme a la lectura del semanal y oxigenarme un poco de tanta realidad on-line. A veces, es necesario.